Bruno Iglesias: la llave que abre todas las puertas

El Juvenil A de Jorge Romero no atraviesa su mejor momento. Después de cuatro semanas de inactividad a consecuencia de la conclusión de la primera fase de la temporada regular, el filial merengue sucumbió ante el CD Leganés (sub-19) en los últimos minutos del choque, cosechando una nueva derrota en territorio pepinero (1–0). Pese a la dificultad que entrañó el encuentro, Bruno Iglesias deleitó y se consolidó, junto a Mario de Luis, como uno de los nombres propios de la jornada. No es nada nuevo. El centrocampista salmantino emanó hace dos temporadas como una de las figuras de La Fábrica, atesorando una calidad sobresaliente en su bota derecha, la que le permite derribar barreras, abrir puertas y nutrir a sus compañeros.
Desde su llegada y posterior irrupción en el Juvenil A, la proyección de Bruno Iglesias ha quemado etapas y ha acelerado a pasos agigantados, echándose el equipo a la espalda y demostrando que la precocidad no entiende de prejuicios y, mucho menos, de edades. Es así. El fútbol moderno es un reto para valientes. Y la valentía reniega de todo lo que dista de lo meramente futbolístico. En lo que al internacional por las categorías inferiores de la Selección Española se refiere, no le corresponde estar en la categoría previa al salto al fútbol profesional o semi-profesional; no obstante, su calidad, talento y madurez le han permitido llegar antes de lo esperado.
¿Cómo juega Bruno Iglesias?
Juega muy bien. Lo hace como si se tratase de un efectivo experimentado que conoce sus virtudes, debilidades y límites, por escasos — casi nulos — que sean o parezcan ser. Este curso, se ha erigido como el complemento perfecto para David González, otro de los nombres propios del Juvenil A de Jorge Romero. Partiendo desde el costado izquierdo, acostumbra a transitar zona central, a combinar y a incorporarse a la medular, consciente de la importancia de atraer y fijar a defensores rivales en 3/4, despejando el carril para el lateral izquierdo de turno. De ello se jactan jugadores como Lucas Alcázar, Alberto Retuerta (‘Retu’) o David Cuenca.

Capacidad para mezclar el juego. Bruno Iglesias transmite una seguridad insultante para controlar y manejar todo tipo de contextos, escenarios y guiones. Puede desenvolverse a las mil maravillas en partidos que requieran un ritmo lento, pausado y sosegado, con un marcador favorable que insta a la tranquilidad más absoluta. Subsidiariamente, también sabe, a través de la conducción, la asociación y la ruptura de líneas, desatascar entramados rivales, meter una marcha más e imponer su ley.
Además, se trata de un jugador liviano, capaz de interpretar el juego de una forma diferente. Es especial. Esto, consecuentemente, le permite hilar pases y jugadas que nadie más ve. Decisiones que cambian dinámicas y resultados. Todas ellas, desde la tranquilidad y prudencia que Bruno Iglesias siempre ha transmitido. Parece que no pasa nada, pero ya ha pasado todo. Al menos, todo cuanto el futbolista salmantino ha querido que ocurriese. Y eso, en la mayoría de ocasiones, siempre es suficiente. Se anticipa al rival y al propio espectador. Nos adelanta y no nos damos cuenta, pero ahí radica su encanto y factor sorpresa.
Visión de juego: la letalidad a campo abierto
Con metros por delante, Bruno Iglesias no tiene rival. Su capacidad para regatear, ejecutar y asistir no cesa, y cada vez pide más. La ambición, implícita en la edad y en las responsabilidades que supone el escudo del Real Madrid, crece a la vez que el jugador. Es un elemento indetectable, esquivo y también huidizo. No concibe el fútbol como algo sencillo, aunque dispone de herramientas suficientes para simplificar procesos, acciones y jugadas. Siempre quiere ir un paso más allá, asumiendo riesgos y exponiéndose, muchas veces, en exceso. Es una virtud. El fútbol moderno queda supeditado a los miedos: miedo a perder, miedo a encajar, miedo a equivocarse, miedo a crear, miedo a cambiar y miedo a salirse de patrones y parámetros.
Las comparaciones grandilocuentes son inevitables. Bruno Iglesias, ahora mismo, tiene todo para triunfar en el primer equipo del Real Madrid, pero la paciencia y la prudencia deben prevalecer y determinar cada decisión por tomar. Los futbolistas en formación necesitan tiempo. Y el fútbol moderno carece de ello. Etapa a etapa. Haciendo caso omiso a las informaciones que lo catalogan — y catapultan — como uno de los talentos emergentes más relevantes de su camada (2003), el centrocampista salmantino continúa fiel a sus credenciales, centrado en evolucionar, mejorar y crecer. El elenco blanco, por su parte, deberá contemplar y pulir a una de sus piezas más peculiares y especiales, con la certeza de estar ante un jugador diferencial, con todo lo que ello supone.